
El fútbol moderno (por decirlo de algún modo) se implantó en Japón en 1992, con la creación de la Japan League Division 1, conocida como J. League. Esta iniciativa supuso un gran impulso, ya que hasta entonces el fútbol se había difundido como un deporte minoritario, el objetivo era crear equipos profesionales, lo que llevó a poner condiciones especiales de participación. Los clubes estaban obligados a promover el deporte, crear categorías inferiores, conseguir el apoyo de empresas locales y estar registrados como corporaciones dedicadas en exclusiva al fútbol. Todo esto supuso que el fútbol se extendiese por todo el país, que los niños empezasen a jugar en el colegio, que los campos estuviesen llenos... en resumidas cuentas, crearon pasión por el fútbol de la noche a la mañana.

Pero vayamos a la práctica, la J. League es una liga de 18 equipos, la cual comienza en marzo y termina en noviembre, con un sistema de ascensos y descensos similar al que tenemos en Europa. Hasta ahí todo bien, sin embargo hay algo que a mi me resulta diferente del resto de países, la igualdad entre equipos. Con esto me refiero a que no existe un número reducido de clubes que optan al título, sino que cada año es un mundo, un equipo que queda 9º puede acabar el año siguiente ganando la liga, como ocurrió en 2010 con el Nagoya Grampus. Es un elemento muy curioso ya que en 20 años de competición ha habido 9 campeones distintos, destacando el Kashima Antlers con 7 títulos.
Pero esta igualdad en mi opinión es resultado de lo apático y robótico que es su fútbol, se trata de un juego de muchos pases y mucha pizarra, los jugadores siguen al pie de la letra los consejos del míster sin complicarse, sin innovar, sin intentar probar cosas nuevas. Además cuando aparece un futbolista de estas cualidades rápidamente es traído a Europa, ahí tenemos los ejemplos de Nakata, Honda, Nakamura o Kagawa.
En cuanto a la afición, me recuerda mucho a aquellos hinchas que salían en Oliver y Benji, con todas esas banderas y pancartas dejándose el alma en cada balón. El fútbol lo viven muy fuerte dentro del campo, pero cuando salen del estadio no muestran ni el más mínimo fanatismo o entusiasmo por su equipo. Es algo que impacta mucho al europeo o norteamericano, en ese sentido es una cultura muy reservada e incluso siniestra.
Finalmente decir que el fútbol en Japón es muy curioso (como casi todo lo de ese país), ya que es un perfecto reflejo de la población nipona, el respeto y la obediencia priman por encima de todo.
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